La Palabra del Señor en Isaías 6:3 nos dice lo siguiente: “Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos; toda la tierra está llena de su gloria.”
Alrededor del trono de Dios, Isaías vio a los serafines, que tenían seis alas. Con dos volaban, con dos cubrían su rostro en señal de reverencia y con dos cubrían sus pies en señal de modestia. Reverencia, humildad y modestia son algunas de las lecciones que estos serafines enseñan a los adoradores de Dios. La palabra “serafín” indica asombro, y significa “uno que arde”
Los serafines son seres que tienen rostro, pies, manos, sienten, piensan y hablan. Se caracterizan por su constante disponibilidad para servir al Dios grande y creador de todas las cosas. Cuando Dios los envía a
cumplir un encargo urgente, vuelan rápidamente. Siempre se mantienen delante del trono de Dios, para escuchar sus órdenes y ejecutarlas con toda fidelidad. Los serafines arden con el fuego del amor a Dios, con el celo por Su gloria y con el odio hacia el pecado. Poseen abundancia no sólo de luz del conocimiento de Dios, sino del ferviente amor a su Santo Nombre.
cumplir un encargo urgente, vuelan rápidamente. Siempre se mantienen delante del trono de Dios, para escuchar sus órdenes y ejecutarlas con toda fidelidad. Los serafines arden con el fuego del amor a Dios, con el celo por Su gloria y con el odio hacia el pecado. Poseen abundancia no sólo de luz del conocimiento de Dios, sino del ferviente amor a su Santo Nombre.
¿De qué nos habla todo esto? ¿Qué lecciones aprendemos de los serafines en la visión de Isaías? Nuestra principal respuesta a Dios no es nuestra habilidad, sino nuestra disponibilidad. ¿Permitiremos que Dios nos use como Él quiera y desea? ¿Venimos a Él y nos postramos ante Su trono a entera disposición? ¿Deseamos conocer la voluntad de Dios para cumplirla? Dios revela Su voluntad para que la cumplamos.
Los serafines nos hablan de la disponibilidad. Están listos, están disponibles. Una de las pruebas de la fe genuina es estar listos para obedecer a nuestro Dios y servirlo en el momento en que Él nos llame. Los serafines son humildes y reverentes delante de Dios. Cubren sus rostros y sus pies. Cada uno de nosotros debe presentarse delante de Dios con la misma humildad. No hay lugar para la arrogancia y el orgullo en Su presencia.
Todo esto habla de actividad incesante al servicio de Aquel que está sentado en el trono. Este es el marco en que cada creyente debe vivir todos los días. El cristiano debe tener una disposición a gastarse, a consumirse, siempre y para siempre, por amor a su Rey y Señor. Debe tener un sentido de asombro y reverencia ante Aquel que nos salvó del pecado. ¡Alabado sea Él!
Junto con el apóstol Pablo, repitamos las siguientes palabras: “Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas.” (II Corintios 12:15).
Para lograr lo anterior es preciso que de manera honrada todos nos preguntemos:
¿CÓMO ES MI CORAZÓN?
En I Samuel 13:14 la Palabra del Señor nos habla así: “Mas ahora tu reino no será duradero. Jehová se ha buscado un varón conforme a su corazón, al cual Jehová ha designado para que sea príncipe sobre su pueblo, por cuanto tú no has guardado lo que Jehová te mandó.”
La Biblia dice que David era un varón conforme al corazón de Dios. Esta declaración sorprende a todo aquel que conozca la historia de la vida del belicoso rey israelita, tal como se relata en la Sagrada Escritura. En el Antiguo Testamento se señala que David cometió muchos errores, y de grueso calibre: un adulterio, un asesinato y un censo del pueblo en contra de la voluntad divina. A pesar de sus fracasos, Dios dice que era un varón conforme a Su corazón. ¿Qué fue lo que Dios encontró en David para mirarlo de esa manera? ¿Cómo es una persona conforme al corazón de Dios?
Las personas conforme al corazón de Dios son gente como tú y como yo, de carne, hueso y sangre. En otras palabras son personas imperfectas, sujetas a cometer errores, gente común y corriente. Este es el mismo concepto que tiene el apóstol Pablo cuando habla a los creyentes de la Iglesia en Cristo sobre la clase de personas que Dios elige para que lo sirvan. Decía el apóstol que el Señor no se había fijado en “la flor y nata” de la sociedad de entonces, “sino que lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios, y lo débil del mundo para avergonzar a lo fuerte.” (I Corintios 1:27).
Una persona conforme al corazón de Dios es alguien que anhela en lo más profundo de su corazón agradarle. Vive la vida de acuerdo a Su voluntad. Lo que entristece y desagrada a Dios, también le desagrada a esa persona. Lo que la aflige a ella, también aflige a Dios. Cuando descubre que Dios desea que corte una relación equivocada o ponga fin a un mal hábito, se esfuerza por hacerlo. Tiene un corazón sensible a Su voz. Cuando Dios le dice. “Has esto o cambia aquello”, lo acepta con gozo. Sigue el camino que el Señor le señala, sin importar cuán escabroso sea.
¿Cómo está tu corazón? Dios te busca hoy con el deseo de encontrar en ti un ser humano conforme a Su corazón. ¿Puede contar Dios con tu corazón? Él busca un corazón íntegro, en el que no hay lugares secretos en los cuales se oculten cosas indebidas, un corazón en el cual no haya basura alguna, por pequeña, que sea debajo de la alfombra.
Cuando haces algo malo, ¿lo reconoces y aceptas la responsabilidad de inmediato? ¿Te sientes mal por la falta cometida? ¿Tienes un corazón conforme al de Dios?
EXAMINA TU CRECIMIENTO ESPIRITUAL
La Palabra de Dios en Salmos 84:10 nos asegura: “Porque mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios,
Que habitar en las moradas de maldad.”
Hace muchos años que descubrí que mi crecimiento físico se detuvo. Llegué a 1.76 metros de altura, y dejé de crecer. Pero no estoy preocupado por ello. Es natural llegar a un punto en el que no se crece ni un milímetro más. No ocurre lo mismo con el crecimiento espiritual.
La Palabra de Dios nos ordena crecer cada día espiritualmente. Si esto no sucede, deberíamos alarmarnos. La Biblia, en I Pedro 2:2, nos amonesta de la siguiente manera: “Desead, como niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por ella crezcáis para salvación.” ¿Cómo podemos saber que estamos creciendo en todos los aspectos de l vida cristiana? Puedes saberlo si:
ü Prefieres pasar tiempo con Dios por encima de todas las cosas. Cuanto más tiempo permanezcas con el Señor, más semejante a Él serás.
ü Procuras celosamente encontrar momentos para orar y estudiar la Biblia.
ü Reconoces la presencia de Dios en todo momento y lugar, no solamente el domingo y en el templo.
ü Aprovechas toda ocasión para decirles a otras personas todo lo que Cristo ha hecho y está haciendo en tu vida.
ü Tu deseo de obedecer a Dios llega a ser más intenso y el deseo de pecar se vuelve menos atractivo.
ü Demuestras tu profundo amor por el Señor dedicando tiempo para alabarlo y adorarlo.
ü Sientes que tu fe crece y se fortalece.
ü Consideras que cuanto sucede en tu vida viene de Dios o ha sido permitido por Él.
ü Estimas un privilegio devolver tus diezmos y entregar ofrendas, y nunca consideras que servir en la Casa de Dios sea una carga.
ü Procuras descubrir la voluntad de Dios en cada prueba, y consideras que las pruebas son oportunas para crecer.
ü Sientes dolor profundo y gran desesperación cuando pecas, pero te arrepientes e inmediatamente pides perdón.
ü Eres consciente de todas tus debilidades.